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lunes, 21 de septiembre de 2015

¿Era otra cosa?

Tal vez debí hacer aquí la historia del miedo en un hombre. Seguirla desde la cuna y así mucho antes de que el yo personaje naciera. Tiendo a la psicología barata, si bien no tanto como los psicólogos, y sé perfectamente que heredé una colección histórica de fracturas.
En un viñeta me refiero a súbitos, inesperados llantos que vienen, pongamos, de una mañana en mi abuela a los ocho años. 
Vivía la niña donde remata el primer piso de una cordillera y en las mañanas claras se distingue el mar, cincuenta kilómetros allá. Sólo entonces pues la densa niebla es regla en esos lados. 
¿Me desvío? 
Los dolores de ella no fueron muchos, seguro. En cambio la abuela paterna debió sufrirlos por montón, un centenar de kilómetros a oriente, por los barrios de la capital provincial. Hicieron así con otros la cama sobre la cual crecería mi más fiel acompañante. 
Entre los devaneos de la Pasión según FB al paso recuerdo: tan a la deriva ambos, después y antes de que dejará de ver a los nietos, pues a su veleta iba y el regreso cada noche a casa era una muerte pequeña amenazando con la grande, sino que lo diga el irremediable "ataque de pánico" -menuda imbécil categoría- por el cual y a pretextos pedía al taxista tomar un insensato camino evitando la vía rápida, sin fugas ni respiros, desolación absoluta...
Los médicos dejaron de intimidarme más o menos pronto y desde entonces cuando debo consultarnos entre la retahila para cerrar el paso a grandilocuencias suyas, calculo los miles de breves momentos que sentí morir o enloquecer. 
¿Pude quedar en uno de ellos? Él tenía diez años y el Nuevo tres, creo, cuando al volante en el auto subiendo una pequeña pendiente de avenida la respiración se negaba a volver. Reanduvo sólo por la conciencia de lo que podría suceder al par de cositas. 
Poco antes un par de semanas decidieron la vida un minuto tras otro, sin exageración alguna.
No sé dónde quedará la serie de viñetas sobre el tiempo que terminó expulsándome del Santo lugar. ¿El miedo fue el culpable o el agente de la marcha? 
En Total o escupo sobre sus tumbas y un apunte sobre M relacionado, recojo el regreso de la criatura años después hasta paralizarme sin más.
El pasado familiar lo puso en mi adn y no lo alimenta. Sí, la Suave patria en la Red de agujeros, claro. Pero no sólo ella. ¿Desde dónde más llega? Del aire. Como la especie toda a solas bajo el cielo inconmensurable, por fuerza estoy apabullado. 
Con los ojos del hermano pequeño aleccionándome, si de exilios me compongo no encuentro refugio del originario. Quizá por eso cuando adolescente recibí la segunda revelación, el reposo aparecía tras la caída del sol y el rostro y la ventana se volvían uno contemplando el hogar en los intersticios entre las estrellas.
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No recuerdo cuándo hice ese apunte. En todo caso el final es más malo que lo común. Algo sugiere y por ello sigue aquí, sin posible remplazo, creo. 
-El Mero escribe mejor que el Idiota -dijo Mía, una mujer inteligente de quien no sé si hablaré.  
-Es superficial -respondí y en su frente se dibujó un signo de admiración. -Concedo -corrijo ahora. -Cuánta soberbia en presumir que percibo siquiera lo profundo, y admito: sólo me siento a mis anchas meroliqueando, como con La mal nombrada, a quien le llevaba un diario:
Agua y luego miel, ¿qué se ha hecho además de a ratitos cuidarme con su Aquí estoy, no se me ponga a fantasear de nuevo con la vecina de viñeta y tengamos que llevarlo al locosomio. 
Ni caso enamorarla esta noche, que de usted debe ir el asunto. Haga como si no le hubiera dicho nada y somos el casi setentón con quien platica en la terraza de un restaurante, mientras se empina la cerveza al estilo macho.
Me entró la cruda con vuescencia en la cuadra -oh, para todo quiero animalizarnos-, pues en el chido espectáculo que damos presumo ante el auditorio lo que no es.
Cuando el trabajo entra por la puerta, el amor sale por la ventana, le aviso dándole la vuelta al Cervantes -ni modo que ponga parangonando, ¿no? (usea: me pinto para el talón.)
Ya regresé. Dije amor y lo sostengo, porque carnalísima se volvió la Bruja -sorri, leidi, el que pega en el blog pega dos veces, jjj.
Nomás una pregunta: ¿cree que lean esto si no le ponemos sexo, así sea fantaseado -más jjj? manque, si quiere, no fantaseamos, se mete usted los tres cuartos de sotol que dejó la de El graduado -otra vecina de viñeta, a quien usted alcanzó a conocer- y a darle -jjj; la tengo a mi merced, aquí no puede contestarme... Pero sí podría... Jjj. Ándele, un atascón virtual donde no nos ve nadie más que el buscador de google. 
No, pues sí: perfecta la cosa blogera para que pase de los albures a algo más substancioso. Así me la voy a traer, mi Curado, y en una de esas nos pongo a hacer de tocho -jjj.
Es bien entrona, ¿no? Ya me la imaginé -lo digo como ante la Morenita del Tepeyac (qué casualidad, usted trepando por ahí con su brown sugar), según débese: de rodillas a su pies (uuummm, jjj). Mi María Terolerolé -más jjj.)
Ándele, que en mi casa no lo tomo porque ya sabe usted, Chocolatito -jjj.
¿O no tiene una prima? Digo, que todo quede en familia.
¿lo batimos, pues, jjj?
Yo qué culpa por su trompa de ofrezco y ¡Déjame! Pero De !aquí hasta el siglo xxiii! Uy, ora me corre todo la Merezco humedad. Estoy hablando de boca, no se embronque ni se crea, jjj.
"Ay, qué bonito es volar, a las dos de la mañana", y a las cuatro, como ahora.
Prometa pasar el resto de la noche como merece. Yo la toparé en el otro sueño, el que no es éste.
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¿Donde quedó el miedo en la viñeta? Repta sin que se lo advierta.
O no: el Mero y su cantinfleo lo perdieron.
Cantinfleemos, Ohsis, total eso hago hasta cuando no quiero.