Translate

martes, 24 de marzo de 2015

Calzada

1
Joven dejé creer a los amigos que en cualquier momento me presentaría con una novela. Luego fui puerta por puerta deshaciendo el enredo. Era tarde y creyeron que la autocrítica me devoraba y al basurero o cajones bajo llave iban espléndidas o prometedoras cuartillas. Ni asomos de eso existía. La confusión fue originada por hojas sueltas garabateadas a miles desde mi infancia. 
Esto y aquello terminó llevándome a diarios, revistas, editoriales y aparecieron cosas muy desiguales. Había buenas cosas allí y en las roscas de reyes del pan de cada día donde colaba la vocación de cronista -así que los patrones se encontraban súbitamente mordiendo al santo niño y cargaban a paraguazos contra mí persona.
Al reunirla, esa pedacería tenía cierta correspondencia y en casa iba creciendo lo que según Juan no pretendía narrar sino entender. Lo hacía gracias al prodigioso don de las palabras. Persiguiéndose unas a otras sin un continente yo capaz de apresarlas, revelaban el mundo a mi alrededor. 

Hoy éstas y aquéllas gritan por un lugar a propósito, no importa si las atestiguan o tiran a locas. Lo que vale es el paseo por nuestra Calzada de los Misterios.

Existe la susodicha. Búsquenla al norte de esta ciudad capital y mirando donde indican y tierra abajo encontrarán con cuánta razón lleva el nombre.
2
A mis treinta años, dos amigos me sumaron a un suplemento cultural. Los animaban crónicas que escribía difundiendo movimientos populares en cuyos procesos estaba así o asá involucrado; guiones de cómic y radio dramatizada hechos para sobrevivir y un maniático compromiso con la historia social.
Al poco marcharon y quedé casi a solas con doce páginas tamaño tabloide. Nunca fui profesionalmente más feliz. La vida diaria pasó a papel impreso para el próximo domingo: bailes con orquestas cubanas, funciones de cine, paseos a los hijos, el libro en curso, fiestas y sobremesas donde mujeres y homosexuales concientizados retaban al mundo.  
Al terminar aquello, el gran cronista mexicano tanteó la posibilidad de incorporarme a su consejo de redacción.
-¿Yo en atmósferas literarias? -le dije patitieso.
-Tienes razón -contestó recordando mis veleidades, que conocía al paso.
Al género fui siempre fiel, colándolo en cuanta vaga provocación se presentaba. 
            
3
A los sesenta encontré los blogs y a lo mexicano dije Pa luego es tarde, descubriéndome como ágrafo funcional. ¿A qué la sorpresa si el país se caracteriza por su atraso narrativo? 
Total, tenía mi suplemento y mañana y noche publicaba de dulce, chile y manteca, a la manera de nuestros tamales.  
Apena tirar esto y aquello sugerente o más o menos bien contado. Haré un esfuerzo por rescatarlo.  
4
Hace poco alguien a quien agregué como autor cometió un error cualquiera y Google tuvo a bien castigarme desapareciendo los blogs. 
Para entonces ese Big Brother dejaba de difundir lo que sostenían sus plataformas, promoviendo a cambio venta de dominios y nuestros visitantes disminuyeron drásticamente.  
No recuerdo sino las cantidades para mí absurdas de aprobaciones que alcanzó La casa del horror: doscientas veinte mil.
Desde la azotea probablemente fue leído u ojeado hasta ahora por unas dieciocho mil personas y otros "cuadernos" tienen cifras por el estilo.
5
Ahora es 2021 y vuelve a preocuparme esta colección de viñetas, crónicas, diarios, apuntes, repartidos en ya doce espacios. No puedo dejarlos como están, los atiendan o no. Continuaré, pues, seleccionando lo que así o asá merece la pena, sin importar su destino. 
6
Óscar es mi compañero de trabajo. Poeta e historiador profesionalizado me echa una mano para que abandone mi lugar como Rascamapache. Al presentarme en público se esfuerza por explicar los Cuadernos:
-Pertenecen a un género que no preciso. Están relacionados con la memoria. 
Tiene razón también en el segundo caso pues los  borronazos forman un testimonio sobre lo que viví y encontré alrededor. cerca o tan lejos como puedo. 
Incorporo libros publicados o, por confusos motivos, inéditos hasta aquí.