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domingo, 3 de noviembre de 2019

El Idiota. II

En los otros cuadernos personales soy fútil o veleidoso o intento justificarme. Aquí me reconozco como el Idiota a quien vivir le costó enorme trabajo, aunque disfrutara a la manera de un niño azorado con cuanto hallara, hasta lo más insignificante, pues moro en Uno, advertí, y él detuvo su crecimiento a los nueve meses y podía pasarse horas contemplando, por ejemplo, un filo luminoso contra la cortina que se bamboleaba al viento, con encanto o frunciendo el ceño, interrogándolo de tú a tú.
Ayer supe, E y S, que Él piensa llevarlos a la ciudad provinciana donde con el Nuevo construyó un reino aparte. Solo así podrá guardarlos del furioso país en torno, cree.
-¿Y después, cuando deban convertirse en universitarios? -iba a preguntarle y callé como esa inerme criatura que soy y se siente incomnesurablemente orgullosa de haber conducido a sus crías a puerto.
(Sigo más tarde.)