2012
No tengo la osadía de sentirme cercano al único
hombre a quien envidió.
"Supongo que diez o quince de nosotros cantaban: Este tren no lleva tahúr ninguno ni mentirosos o trotamundos orgullosos. Este tren va con destino a la gloria."
Cantaban donde luego él recordaría: "Vi hombres de todos los colores, rebotando en el vagón de carga. Nos pusimos de pie. Nos echamos al suelo. Nos amontonamos uno junto al otro. Nos utilizamos los unos a los otros como almohadas. Olí el sudor agrio y amargo que penetraba mi camisa caqui y mis pantalones, y la ropa de faena, los monos, los trajes aflojados y sucios de los otros tíos. Mi boca estaba llena de una especie de polvo mineral gris...*"
Cómo a los sesenta y cinco no sentirse viejamente
viviendo de prestado.Murió a los cuarenta y cinco, luego de muchísimos
años de ser diagnósticado como esquizofrénico y tras largo encierro en un
psiquiátrico. O sea, trece antes que mi guía, el abuelo, quien para entonces
llevaba más de una década lanzando mordidas al desarraigo.
Al
hombre lo envidio también por las
memorias sobre su infancia, sin igual pues recogen con una
extraordinaria
puntualidad la lógica de un mundo irremediablemente perdido para los
adultos, que en principio era el mayor compromiso para este cuaderno y
no trato."Supongo que diez o quince de nosotros cantaban: Este tren no lleva tahúr ninguno ni mentirosos o trotamundos orgullosos. Este tren va con destino a la gloria."
Cantaban donde luego él recordaría: "Vi hombres de todos los colores, rebotando en el vagón de carga. Nos pusimos de pie. Nos echamos al suelo. Nos amontonamos uno junto al otro. Nos utilizamos los unos a los otros como almohadas. Olí el sudor agrio y amargo que penetraba mi camisa caqui y mis pantalones, y la ropa de faena, los monos, los trajes aflojados y sucios de los otros tíos. Mi boca estaba llena de una especie de polvo mineral gris...*"
