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lunes, 9 de octubre de 2017

De prestado

2012
No tengo la osadía de sentirme cercano al único hombre a quien envidió. 
"Supongo que diez o quince de nosotros cantaban: Este tren no lleva tahúr ninguno ni mentirosos o trotamundos orgullosos. Este tren va con destino a la gloria."
Cantaban donde luego él recordaría: "Vi hombres de todos los colores, rebotando en el vagón de carga. Nos pusimos de pie. Nos echamos al suelo. Nos amontonamos uno junto al otro. Nos utilizamos los unos a los otros como almohadas. Olí el sudor agrio y amargo que penetraba mi camisa caqui y mis pantalones, y la ropa de faena, los monos, los trajes aflojados y sucios de los otros tíos. Mi boca estaba llena de una especie de polvo mineral gris...*"
 
Cómo a los sesenta y cinco no sentirse viejamente viviendo de prestado.Murió a los cuarenta y cinco, luego de muchísimos años de ser diagnósticado como esquizofrénico y tras largo encierro en un psiquiátrico. O sea, trece antes que mi guía, el abuelo, quien para entonces llevaba más de una década lanzando mordidas al desarraigo.
Al hombre lo envidio también por las memorias sobre su infancia, sin igual pues recogen con una extraordinaria puntualidad la lógica de un mundo irremediablemente perdido para los adultos, que en principio era el mayor compromiso para este cuaderno y no trato.