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martes, 10 de septiembre de 2019

Pareja

Como en otros sueños, ¿todos desde que nací?, estoy con la única ella, a quien encuentro casualmente para sostener el mismo maniático, maravilloso diálogo:
-Nos queremos... etcétera.

Esta noche discutimos. Estuvo con mamá y llega poco antes de que debamos ir al barco cuyo travesía terminará entregándome al final.
Entre gente que va y viene parece apartada. No intentaré congraciarme con ella ni confrontarla, a la manera de veces anteriores, mientras cumplimos un rito en que le toca probar cuán vasto es el desierto.
-No tiene fin -dice con asombro, más bien para sí.
-¿En serio? -pregunto profundamente intrigado y sin interés pues solo ella importa, o más bien yo en su mirada, iba a escribir y no es así: la necesito por entero.
Si pudieran verla. Qué hermosa, cálida, sabía -"ágil", agrego, se diría que sobra apuntarlo y sin eso no puede entenderse-.
Es una, no cualquiera como en mis sueños plácidos, aunque a todas las contiene. Ambos con la imprecisa joven edad de cualquiera al soñar, peleamos, entonces, sin ríspidez.
Despertando como si estuviera en una pesadilla, puedo transcribir cada palabra y no lo hago pues me tomaría demasiado tiempo y no lo tengo, aparentemente, comprenderé después.
Por un momento creemos que nuestras historias y destinos tienen apartes. No hay tal. 
-¿Eres mi imagen? -digo. 
-Quizá- duda extrañada. 
-¿O representas al instante?
-¿Entonces no existo por mí sola? 
-No, no -me apuro a responder. Uno sin otro resulta inconcebible.
Vuelta a la discusíón, que ahora cesa casi apenas empezar. Caigo en cuenta: es la ella con vida propia a quien conocí el primer día.
Gran lástima no reproducir minuto tras minuto, semiolvidados ahora, de mañana.
Qué hará cuando me vaya? ¿Morir también? Esa bellísima expresión de su rostro, en que estoy sostenido eternamente, como ella en la mía.
Reconciliados, entre una esquina que poco procuran los demás, cesa nuestra confusión y vuelve el amor incondional, que jamás estuvo ausente, claro. Mirarnos, tenernos.
Despierto, sigue allí, veo el techo. 
-¿Por qué desaparecer? -exclamo y está radiante de nuevo.
-0-
-¿Tú y Ana son representaciones de esa mujer o la conformaron? -pregunto a mi Tic y me siento un traidor refiriéndome así a Ella, como quizá debo llamarla. -¿Si la vida es sueño, la muerte no? 
Sigue en sus cosas. Yo también.
-¿Y lo del desierto, amita?
-Qué curioso.
-¿Vivo ya el día más?
-Entonces, puedes quedarte.
-Y marcho. 
-¿Estás seguro?
-Quiero vivir otro poco -digo y no sé cuánto son necesarias las explicaciones.
-Bésame. 
-¿Por qué insistir?
De juntarse nuevamente los cuerpos, aunque sean solo bocas, entendemos, permanecería.