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viernes, 24 de enero de 2020

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¿Me miento buscándome a pocos días de nacido? No sé si los olores están o vinieron en préstamo. La cuna sí es esa, de madera que se torna, hecha ex profeso, vacilando entre sus pretensiones de prosperidad. Las sábanas blancas de algodón, una colcha tejida por mi abuela a lo sabio y sencillo, con sonrisas primitivas en las austeras grecas que la salpican. La cuna, cuánta soledad, si bien ahí nada se nombra por más que se precise, digo desde el escritorio, la ventana, el patio, el medio día de donde imaginariamente me traslado. ¿Me ve quien voltea a un lado y otro?, ¿él sí, atravesando la ruta con sus incontables desvíos por minuto?
Qué sé yo, pienso, temblando al escuchar los pasos en pantuflas de mi madre acercándose para darme el pecho. ¿Quién tiembla, el de la cuna o el de pie, que puede voltear, adelantarse a la entrada de ella con un par de pasos hasta el pasillo?Vienes en bata desde la cocina, ma. No tienes idea de que te observo y ahora la expuesta eres tú. Nunca nadie sorprendió tu intimidad así. ¿Me vengo del temblor que despiertas en la cuna?