Translate

jueves, 26 de diciembre de 2019

Calzada 2

Vean Calzada y comprobarán que estos diez cuadernos no pretendían ser un diario. Tres se convirtieron parcialmente en ello y juntos todos hoy sirven como memoria personal, colectiva, histórica. 
Hablé por ahí de Toller y otros que cultivaron géneros semejantes. A mi modesta manera, cuando consiga ordenar el caos y limpiarlo...
Recuerden también aquello escrito al principio:  
...si acudo siempre al consejo de los sueños jamás lo hago con el de poetas, digo y miento, un poco, siquiera, pues hoy cito a uno:
"Allí donde otros exponen su obra yo sólo pretendo mostrar mi espíritu.
Vivir no es otra cosa que arder en preguntas.
No concibo la obra al margen de la vida."(1)
¿Valen para mí esas palabras? No tengo una obra sino miles de viñetas escritas desde niño. Agrupé las más significativas...
Y ya, que marcho a hacer la revolución mundial donde no se debe -jeje diarístico.   

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Para entender la historia

Para entender la historia toda y esta si acaso existe.
Ernst Toller era judío alemán. Voluntario en la primera gran guerra, se volvió antibelicista y revolucionario al frente de la Comuna de Baviera. Así protagonizó el mayor fracaso sufrido por los sueños colectivos, pues si prosperaban entonces en su país, la Unión Soviética quizá no conocería el estalinismo, digamos económicamente, con un razonamiento extraño para mi ecléptica cabeza. 
¿Se volvió melancólico por ello o lo fue siempre, aunque su extraordinario libro de memorias parezca un canto al optimismo? ¿Cómo saber, incluso cuánto atino al caracterizarlo?
Luego vivió un largo, ejemplar aprisionamiento y apoyó a la República española.  
No hay suicidio comparable al suyo en simbolismo: dos días después de que Francisco Franco desfile triunfalmente por Madrid.
Leo Una juventud en Alemania a los veinticuatro años. Ana no estará ya, así prometa nuestra final reunión, y el cielo brilla todavía más de lo imaginable.
Cuando casi medio siglo despúes la revolución mundial toque a mi puerta, cargará a Filiberto y Cristina y el fracaso que los aguarda en vida tal vez... 
¿Verdad, abuelo cuya sepultura mintiendo dice 1950, pues aquí andas, friéndote unos huevos con Woody Guthrie?         

jueves, 5 de diciembre de 2019

Tan Delicados con Filtro

Cuarentones o cincuentones mis antiguos amigos y amigas, excepto dos, dejaron el cigarro. Yo seguí y a cambio compré una bicicleta y aumentaban los ejercicios caseros con dizque técnicas orientales. Si por tres lustros no hubo queja y pude incluso presumir nalgas bien paraditas, siempre hay un luego, que en este caso llegó al cumplir sesenta y cinco. La popularmente llamada bicla, bírula o burrita durmió el sueño de los justos entonces. Coincidió con nuestra aventura Níger arriba, ¿verdad, abuelo?, suma de pérdidas -maquilas, nietos, amores trasnochados o como se debía.

Más luegos, las estrecheces pandémicas en auténtico acto de magia sobre una esquina desaparecieron a esa idolatrada comadre y ya no hubo ni promesas. -Mañana, juro -le aseguraba día con día.

-Compra otra -dicen las crías. 

-Hablamos de pasiones, no de primas hermanas -respondo y es pretexto y no. 

-¿Te tratan como mereces, querida? 

 

No fumo más, se acabó el teatrito. Tan Delicados con Filtro ustedes, papá, mamá, los amigos, el "mundo". 
Vaya casualidad. Buscando una imagen encuentro esto: "Delicados y su estrategia detrás de su


adiós". Chesterfield compró la marca y nos trajo como calzones de puta, según el dicho. Ora un empaque, luego otro, clásicos veinte cigarros se convirtieron en catorce o veinticinco y de momento seguímos llamándolos como durante medio siglo y al final ¡Tengan su gringada! 
¿Les vale verga? Nunca mejor dicho Me too. Se acabó tu acoso, cabeza mía que obra por interpósitas personas. 
Los sueños y yo somos uno mismo, ¿cierto?, y jamás aparecí en ellos fumando. Ni que estuviera pendejo. Fui a pelo, sin chones, pues. Nomás me hacía buey cuando pistola al cinto echaba mano a ella y Murámonos juntos, poquito a poquito, contertulios.
Cada quien sabe su historia, así que no voy a repetírselas, y bien presentes tengo las de ustedes. Cuentas por separado, pido al mesero. 
Alcohol, relaciones enfermizas, tragadera, aplausos, tábiros -o fumos y demás sinónimos de tabaco y papel-, da igual. Suicídate, ordena el mundo, a solas bajo ese hermoso techo todos, criaturas descarriadas, sin destino. O Bienvenidos al empeño por crearse.   

Hasta aquí, no importa el nombre que lleves. Voy a vivir un rato a pleno pulmón.





Bueno, fue divertido, reconozcamos.

-0-

Año y medio después no sé quién escribió ese estúpido final. 

Me lleva la verga, ¿dónde quedó el encendedor?     

viernes, 22 de noviembre de 2019

C o La pieza oculta

 -Borra eso, buey.
-¿La viñeta?
-No, el blog.
-Ni que valiera la pena.
-Te digo.
-Borrarlo, quiero decir, pendejo.
De esquizo a esquizo va el asunto.


Entre las mujeres que me formaron está C y la recuerdo al llegar adonde debía evitarse según el sentido común: un hotel de paso, embebecidos. 
En mí lo entenderán, S y E, leyendo lo que escribí sobre Simón y sus amigos. 
Como sea, tan poco masculino, la masculinidad me cae encima de súbito por una feminidad que en Ella lucha. 
Es bellísima y pelea también contra el destino previsto por ello. Eso nos reúne en una transgresión que durará un momento pues no hay futuro, y no me refiero al inconcebible "nuestro" sino al de cada quien por aparte. 
-Nadie jamás como C y yo para una y otro -pienso entonces. -Tanto, que las palabras entre nosotros sobran. 
De pura sensación hechos, un miércoles desbordamos los límites y borracho de libertad el sábado disfruto los extremos entre celosos vigilantes. Nuestras miradas a hurtadillas son gloria eterna y C resplandece, Virgen, sé hoy, adorando al padre y al hijo, una sola sustancia que a su vez la reverencia en traje campesino, pues eso soy, hombre del pueblo en iluminación.
Enseguida y por las mismas causas estuve cerca de perder la razón. Ella no recordaba nuestra aventura, seguro, y sí lo que la llevó a mí, cuando con treinta y tantos años murió en circunstancias inexplicables.
-0-
-¿Te formó? -preguntaría extrañada su mejor amiga, en caso de leerme. 
Sí. En semanas hicimos el tránsito entre la ella que concedía a todo pedido mío, al pleno dominio por parte suya, hasta aburrirla, creo. Yo aprendía: solo la pasión sin cotos conduce a nuestras cicatrices profundas, resplandeciendo. 
No volví a ser el mismo cuando nos separamos.
-¿En serio? -seguiría su amiga.
Desde luego que no, debo responderle, aprovechando. Exagero para revalorar momentos con mucho de estupidez. Empecé haciéndolo en otra viñeta (a la cual vendría bien sumar Demonios, que es más o menos justa):
Declarándome vencido dejo el camino que sube a La Loma, para cortar hacia la barriada en lo hondo. Estoy tan solo como imaginarse pueda y dimensiono el acto de soberbia que cometí aceptando un encargo insensato. 
Dos meses atrás la reunión mariposeaba hasta producir arcadas, pero nuestras compañeras eran tan guapas.
-Anda.
-Tú puedes.
-Piensa en lo orgullosas que nos sentiremos.
Así decían a su manera con C por delante, quien quizá estimaba su particular importancia, pues había en ella una semi silenciosa procura.
No existe pendiente abajo en La Loma, parte de un todo al cual ahora desprecio tras responder a un discurso moralino que nos usaba:
-Aquí las parejas estables sobreviven gracias a como imperceptibles amores platónicos.
Luego Simón y sus compañeros, expliqué a ustedes, nietos, permitirían librar unos meses ese infierno cuyo presencia bajo los pies gustaba recordar Nabor. Y C, hasta aquí oculta. 
Descubrí el refugio perfecto y me siguió. Un maravilloso combo redondeaba la lóbrega atmósfera frecuentada por personajes poco edificantes -jeje- y pronto repetía lo que para nosotros se volvió un himno. 
Iba a convertirme en padre sin planearlo. Qué importaba, sino había nada mejor, comprendí con Uno.
-Lo voy a querer mucho -decía disparatamente refiriéndose a un niño que no crecía en ella.
Todo era así entre ambos, todavía después de al dizque azar descubrirnos ante los demás.
Nos quisimos como dos seres a cuyo desamparo le bastaba un buen pretexto.
No tuvimos sexo placentero con certeza y más contaba la simple comunión, nuestras lánguidas miradas, el arrebol, los cuartos que vivíendolos a lo furtivo eran continuación de autos, covachas, barrios obreros, caminatas con rumbo presunto.
Te quieros y te adoros volaban para certificar eso que luego negaríamos: el amor urgente.
Pocas veces fui tan hermoso.
-0-
Perdí lo que debía contar, nietos: para C resulté poco sexualmente y, por extensión, en el resto de las cosas, pues no era un dominador cuyas artes le extrajeran dolor cavado bien dentro y quizá curativo si supuraba.
¿Cómo saber? Episodios, llaman a los de esa clase, aunque sus lecciones sean imborrables. Por ventura no las aprendo y siendo noviembre, diciembre o algo así, para mayo yo subía y bajaba con mi criaturita, mientras aquél polo opuesto a Dulcinea... ni idea tengo. 
Ya dije, hablando de Monelle: La sabiduría de la joven se me escapa, y aun así me declaro representación suya. 
Lo femenino y lo masculino existen en verdad, juraría. El cómo es un misterio.
En verdad creo que C habría encontrado un buen amigo en mí cuando la tormenta sopló fuerte sobre ella. Sería sin pretensiones amorosas pues entendí el mensaje que, por lo demás, Ana me ayudó a descifrar años antes y olvidé entonces entre vientos también severos.
Ah, Sr. Patriarcado, jeje.
Estamos aquí intentando aprender cosas, nietos, usándome como sujeto a modo. La vida, vuelvo a repetir, siempre estuvo en otra parte. Si perdiera el pudor veríamos clara esta historia.    
 
 

domingo, 3 de noviembre de 2019

El Idiota. II

En los otros cuadernos personales soy fútil o veleidoso o intento justificarme. Aquí me reconozco como el Idiota a quien vivir le costó enorme trabajo, aunque disfrutara a la manera de un niño azorado con cuanto hallara, hasta lo más insignificante, pues moro en Uno, advertí, y él detuvo su crecimiento a los nueve meses y podía pasarse horas contemplando, por ejemplo, un filo luminoso contra la cortina que se bamboleaba al viento, con encanto o frunciendo el ceño, interrogándolo de tú a tú.
Ayer supe, E y S, que Él piensa llevarlos a la ciudad provinciana donde con el Nuevo construyó un reino aparte. Solo así podrá guardarlos del furioso país en torno, cree.
-¿Y después, cuando deban convertirse en universitarios? -iba a preguntarle y callé como esa inerme criatura que soy y se siente incomnesurablemente orgullosa de haber conducido a sus crías a puerto.
(Sigo más tarde.)   

miércoles, 2 de octubre de 2019

¿Cómo no sentirse pequeño?

Telegramas como estos debía firmar mi abuelo durante la Guerra Civil en su país: “A COMISIÓN PERMANTE DE SEGURIDAD DE LA SOCIEDAD DE LAS NACIONES GINEBRA.  AVIACIÓN FASCISTA ASESINA DIARIAMENTE MUJERES Y NIÑOS DESTRUYENDO PUEBLOS ENTEROS CON SU METRALLA PUNTO MUNDO CIVILIZADO DEBE INTERVENIR CESE TANTO CRIMEN PUNTO CASO CONTRARIO NO RESPONDO PUEDA PASAR CINCO MIL PRISIONEROS TENEMOS CÁRCELES ASTURIAS AUN CUANDO HAGO TODO LO POSIBLE ES DIFÍCIL CONTENER PUEBLO.”

¿Cómo no sentirse pequeño?

lunes, 16 de septiembre de 2019

Fantásticos años y Fez


Cosas que tenía extraviadas

Fantásticos años
-Cuenta - pide P.
-¿Qué? -pregunta N entrando a escena en nuestros diarios encuentros por la pantalla al amanecer.
-Como unas señoras y unos señores de muchos pueblos se juntaron para contarle al Cuac una historia muy interesante.
Tardo en entender porque a ella le atrae más que la increíble fuga de cuatrocientas personas ocultas por diez años en sótanos, habitaciones con doble fondo y montañas, su reunión clandestina para reconstruir los hechos. Luego recuerdo la emoción de esos días y del tiempo todo en el país donde nacieron mis padres y abuelos, acompañado por Él, regalo cuya maravilla seguía asombrándome, y Ella, quien me odiaba cada vez más, prisionera de sí en lugares que nada le decían. 
Mis viajes a la aventura, pues en tal se había convertido también aquél, fueron extraordinarios, vuelvo a saber gracias a P, la Inesperada, absorta en su viejo que comprende cuán cerca está de morir así viva cien años.
Trata de imaginarme en casa de Dosy, la peluquera, en el pueblo minero, con la pequeña, hermosa, golpeada, resistente comunidad que me cuenta porque soy no un historiador o periodista sino nieto del casi mítico Belarmino.
-0-
No escribí esa y otras muchas historias a las que me condujo alterar el viaje programado. Los jefes de los fugaos, Mata y Arísitides particularmente, me contaron lo suyo con un minucioso detalle, y tuve entonces cuanto precisaba para encargarme de uno en la serie de trasgresores volúmenes con que T recién inició el camino de su celebridad. 
Me conocía muy bien y a mi casa no llegó una invitación sino el contrato. Rechacé la oferta apenado con él, con el proyecto editorial que formaba parte de un esfuerzo por bien dirimir la coyuntura española tras morir el gran maldito nacional, y con Dosy y los demás. Había dos sencillas razones: Mata no quería divulgar detalles de una herida que no cicatrizaría jamás y Arístides aspiraba a publicar por sí mismo. 
Con tiempo podía hacer algo muy interesante. Lo llamaría Del llano y el monte y dando su merecida dimensión a miles de anónimos hombres y mujeres, probaría la íntima, dramática relación entre los pueblos y quienes se mantuvieron armados en las montañas. 
¿Y el solo relato de aquella fuga en 1948? ¿Qué hice en la memoria personal y pública de mi fascinante viaje? Cien cintas grabadas siguen preguntando, cuarenta años después, si se perderán. 
De hecho fueron dos viajes en uno. El segundo me llevó con quienes asaltaban el cielo ya antes de que el gran asesino muriera. 
Los encontré seguros de que su asalto al cielo sería imparable. Filiberto, el Santo Lugar y su viaje me habían preparado para en segundos penetrar muy dentro de donde se necesitara.   
Busca en ti, Él, a ver si encuentras algo de esos días.
Eras el niño más hermoso y no por la rubia, ensortijada mata por la cual te celebraban. ¿Dónde estarán los rollos de cine casero, testimonio de tus despertares, paseos, etcétera?
¿Volverlos libros? ¿A quién carajo interesaba? ¿Era posible, incluso? 
S tenía varios años menos que yo y su belleza a lo botella de perfume desquiciaba la recámara que los padres me destinaron para cuanto deseara. 
-¿Nos saldría cola de cochino? -preguntó una tarde sobre la cama. 
No necesitábamos jugar a Fausto, pues, y el infierno que resultó mejor que cualquier cielo fue nuestro.


Fez
Me dio por llamar Fez a todos los lugares fascinantes, ajenos a la cultura occidental aun estando en su seno. 
Empecé a hacerlo apenas mis padres volvieron a su país -¿lo tenían o fueron inventándolo a partir de una pequeña región?-, después de que Él y yo viviéramos allí. 
Contaban con la frecuente visita de hijos y nietos y yo ni quería ni solía tener recursos para lujos a los cuales no aspiré nunca -discurso éste un poco falso si se refería, por ejemplo, a ropa; o a habitación, pues aunque fuera a costo bajo y odiando a los vecinos, tenía un hermoso departamento en el barrio señorial, como lo llamo, y cuando se precisaba refugio corría a la casa que ellos, papá y mamá, dejaron, con sus acabados dignos de un banquero, y no exagero ni un cuarto.
Los idiomas costaban enorme trabajo a mis oídos y no a mi entendimiento, y justo entonces y por azar compré Le médecin de Cordue, una novela histórica que seguía a Maimónides, el gran filósofo judío andaluz. Ahí comencé a interesarme en un tema sin aparente relación con mi vida transcurriendo entre el Santo Lugar y la paternidad asumida pasionalmente: España, natural extensión de África desde tiempo inmemoriales. 
Ni a Juan le conté mi desliz producto del primer viaje con él y de la vital España que fui a buscar tras morir el Asesino. Aquello me permitiría aceptar diez años luego una beca absurda para darle continuidad, digamos, a La invención de América, un extraordinario ensayo -con algo debía mantener a mis crías, ¿no?  
Fez fueron entonces todos los sitios que secretamente conocí aprovechando las visitas a mis padres: Fez mismo y Marruecos en general; Sevilla y poco más en Andalucia; Portugal, Argelia y el borde occidental de la negritud. 
Fez habían sido los barrios musulmanes de París, que entreví con el propio Juan, y hasta Malmo, Suecia, solo y aterido de frío y miedo en mi primer viaje fuera de México.
La loca y abortada aventura por el Níger con P, va siendo menos una mera ocurrencia. Qué tan raro es lo raro para un clasemediero mexicano en pleno desarrollo estabilizador, se deduce por la lectura que a nuestros diecisiete años -1965- me hizo Ana de El cielo protector, novela cuya adaptación cinematográfica puso a viajar mentalmente a la Tic en 2008.
El libro en su primera edición y así en inglés, ocupaba un espacio privilegiado de la biblioteca familiar, porque cuando era joven don Luis conoció al autor, Paul Bowles, que entonces vivía en México con una singularísima mujer. 
En nuestros juegos Ana y yo nos perdíamos por callejuelas marroquís o cruzábamos el Sahara -aunque confieso que yo me sentía mucho más cómodo en Aden, Arabia, adonde me llevaba Paul Nizan.
Soy la persona menos cosmopolita y con más caótica formación literaria -si así quiere llamársela, pues suena horrible la frase-. Viajé poco fuera del país, para un tipo con mis orígenes, y siempre procuré el calor de quienes conocía. Buscaba lo igual y no lo distinto.
Nueva York, y no solo Manhattan, lo vi tres veces. Una, de junio a diciembre. Casi todo era Fez, si se evitaban las rutas turísticas o a los ex marines con bares -que también fezeaban y hartísimo, al modo de Nostromo en impresión en positivo; o sea, telúricamente siniestros.
Ya dije que tengo el callejero don de que las almas en pena se me acerquen para apapacharlas o guiarlas. En Estocomol y Berlín rompí records de asistencia a forasteros extraviados, y en NY me gradué. Eran estadounidenses provincianos que no me soltaban hasta llevarlos a su destino, así diéramos mil vueltas, pues yo estaba peor que ellos.
El gran amigo allí lo hice recién bajó del autobús que había tomado en su natal Detroit. Ni en las fuentes del Níger se encontraba un hombre tan negro como él ni más tembloroso ante una urbe de hierro, aunque trabajó toda su vida en la industria automotriz.  
Venía a quedarse con el hermano, que aquella noche supimos traficaba droga out-Harlem. Buen tipo éste y entrañable su numerosa familia extensa apretada en un decoroso departamento, cuyos corazones gané por ser fan de Otis Redding.  
¿A qué esta retahila, nietos? No sé. Quizá solo quiero decirles que si aspiraban a conocer íntimamente a su abuelo, fracasarán. Y así yo a ustedes, y juntos, a Él, a quien ven todos los días y por fuerza se les escapa. Sin dar mayores detalles, debo informarles que antes de nacer sus niños esa tiernísima personalidad pudo haber girado ciento ochenta grados el destino propio. ¿Cuántos lo sabremos? El significado real está fuera de mi alcance, pues así es naturalmente y porque me limité a escuchar lo que necesitaba decirme.
Su tío, el Nuevo, quedó a vivir solo a los catorce años, en la pequeña ciudad adonde llegamos ocho años antes. Responsabilidad con patas, no hubo cómo negarle la petición cuando Ella -¿resurrecta, entonces?- y yo marchamos, desde luego cada uno por su lado y en sustancias incompatibles, si recuerdan Tiempo de caminar
El viaje interno que hace desde entonces es un misterio. Bueno, si en ese tiempo vivió maritalmente, ya calcularán. 
Hoy estamos a martes y el viernes me hizo una consulta no como el brillante investigador en ciencia básica y aplicada que resultó, sino en calidad de coordinador de la carrera.
Caras vemos, almas tal vez conocemos, y de existencias internas y días que transcurren minuto a minuto, ni idea.
En cuanto al tiempo y el espacio, basta recordar que en los sesentas yo andaba en la Fez del siglo XII, la Aden de 1932 y el magno desierto africano de poco después. ¿Gracias a los libros? En parte, apenas eso.
Descripción: https://img1.blogblog.com/img/video_object.png
No vi a quienes escuchamos y sí a sus parientes cercanos y lejanos. De algunos fui amigo en el barrio sobre el atolón donde Él me esperaba cuando iba a encontrarme con Dosy, Pepe Llagos y demás. Tenían allí sus tablaos y, delgado y de imprecisa piel blanca, solía pasar como bailarían o cantor. 
A veces hacía de uno más también ya no Sevilla sino en la propia Fez, donde eso no era fácil pues la gente se parapetaba siglos atrás, orgullosa del reto al tiempo que su ciudad significaba.
Con la proximidad a esos y mujeres se siente el circular de historias a miles. Sucede en cualquier sitio. Desde luego si a uno le parecen mero paisaje o peligro, y huye a lugares refugiados, iguales en Tinbuctu que en los Campos Eliseos, no percibirá nada.      
En Malmo aprendí un recurso que usaría siempre que el idioma amenazara exhibirme: hacerme el sordo. Por las cuestas feitas, de gran circulación y paseo, debieron llamarme, justamente, smak, o algo así, ya que abundaban los turistas preguntones.
Cuando la Inesperada se entusiasmó con marchar al Níger, imaginé lo feliz que sería yo sin el engorro ese. Porque todo lo entiende la indina, le hablen en lo que le hablen. 
Hay un truco en esta nota, claro, Ohsis. Ahora se les aparece un abuelo girando a lo largo de su vida por aquí y allá, sin detallarles nada. Se trata del abuelo otro, que no puede intuirse en la fábrica-pueblo, etcétera.
Más allá lo importante: el mundo ancho y ajeno no es solo el titulo de una novela.

 

 

martes, 10 de septiembre de 2019

Pareja

Como en otros sueños, ¿todos desde que nací?, estoy con la única ella, a quien encuentro casualmente para sostener el mismo maniático, maravilloso diálogo:
-Nos queremos... etcétera.

Esta noche discutimos. Estuvo con mamá y llega poco antes de que debamos ir al barco cuyo travesía terminará entregándome al final.
Entre gente que va y viene parece apartada. No intentaré congraciarme con ella ni confrontarla, a la manera de veces anteriores, mientras cumplimos un rito en que le toca probar cuán vasto es el desierto.
-No tiene fin -dice con asombro, más bien para sí.
-¿En serio? -pregunto profundamente intrigado y sin interés pues solo ella importa, o más bien yo en su mirada, iba a escribir y no es así: la necesito por entero.
Si pudieran verla. Qué hermosa, cálida, sabía -"ágil", agrego, se diría que sobra apuntarlo y sin eso no puede entenderse-.
Es una, no cualquiera como en mis sueños plácidos, aunque a todas las contiene. Ambos con la imprecisa joven edad de cualquiera al soñar, peleamos, entonces, sin ríspidez.
Despertando como si estuviera en una pesadilla, puedo transcribir cada palabra y no lo hago pues me tomaría demasiado tiempo y no lo tengo, aparentemente, comprenderé después.
Por un momento creemos que nuestras historias y destinos tienen apartes. No hay tal. 
-¿Eres mi imagen? -digo. 
-Quizá- duda extrañada. 
-¿O representas al instante?
-¿Entonces no existo por mí sola? 
-No, no -me apuro a responder. Uno sin otro resulta inconcebible.
Vuelta a la discusíón, que ahora cesa casi apenas empezar. Caigo en cuenta: es la ella con vida propia a quien conocí el primer día.
Gran lástima no reproducir minuto tras minuto, semiolvidados ahora, de mañana.
Qué hará cuando me vaya? ¿Morir también? Esa bellísima expresión de su rostro, en que estoy sostenido eternamente, como ella en la mía.
Reconciliados, entre una esquina que poco procuran los demás, cesa nuestra confusión y vuelve el amor incondional, que jamás estuvo ausente, claro. Mirarnos, tenernos.
Despierto, sigue allí, veo el techo. 
-¿Por qué desaparecer? -exclamo y está radiante de nuevo.
-0-
-¿Tú y Ana son representaciones de esa mujer o la conformaron? -pregunto a mi Tic y me siento un traidor refiriéndome así a Ella, como quizá debo llamarla. -¿Si la vida es sueño, la muerte no? 
Sigue en sus cosas. Yo también.
-¿Y lo del desierto, amita?
-Qué curioso.
-¿Vivo ya el día más?
-Entonces, puedes quedarte.
-Y marcho. 
-¿Estás seguro?
-Quiero vivir otro poco -digo y no sé cuánto son necesarias las explicaciones.
-Bésame. 
-¿Por qué insistir?
De juntarse nuevamente los cuerpos, aunque sean solo bocas, entendemos, permanecería.